mié. Ago 20th, 2025

BUENOS AIRES, ARGENTINA – En muchas oficinas y hogares, es común escuchar a las mujeres pedir que se suba la calefacción mientras los hombres parecen estar cómodos con la temperatura ambiente. Un estudio reciente, el más amplio de su tipo, ha confirmado que la percepción del frío varía entre los sexos debido a diferencias fisiológicas y hormonales.

Publicada en Science Direct, esta investigación destaca que aunque esta diferencia puede pasar desapercibida en la vida cotidiana, tiene implicaciones significativas para la salud, el bienestar y la eficiencia de los espacios interiores.

Las claves fisiológicas de la percepción térmica

El estudio analizó 83 investigaciones originales realizadas principalmente en Europa y Asia, con participantes de ambos sexos y edades entre veinte y treinta años. Los resultados muestran que las mujeres reportan mayor incomodidad térmica ante los mismos estímulos ambientales.

Un hallazgo clave es que en ambientes fríos, las mujeres suelen tener temperaturas más bajas en la piel, especialmente en las extremidades. El metaanálisis cuantificó esta diferencia, reflejando una tendencia de las mujeres a sentirse más frías incluso en condiciones de neutralidad térmica.

Las causas de estas diferencias están relacionadas con factores fisiológicos: una menor masa muscular, un mayor porcentaje de grasa, una tasa metabólica más baja y un volumen sanguíneo reducido. Estos rasgos limitan la producción interna de calor y facilitan su pérdida por unidad de masa.

Además, el cuerpo femenino activa más rápidamente una respuesta vasomotora, estrechando los vasos sanguíneos para proteger la temperatura central, pero dejando las extremidades más frías, lo que acentúa la sensación de incomodidad ante cambios térmicos.

Respuesta femenina al frío

Las diferencias se vuelven más evidentes en ambientes fríos. Debido a las características del cuerpo femenino, se genera y conserva menos calor, priorizando el mantenimiento de los órganos internos calientes a costa de dejar las manos y los pies más fríos.

Los cambios hormonales también juegan un papel importante. Durante la segunda mitad del ciclo menstrual, la temperatura interna del cuerpo puede subir hasta 0,8 ℃ debido a la progesterona, lo que modifica la percepción del frío. En el embarazo, especialmente al inicio, tanto la temperatura central como la de la piel aumentan, alterando la sensación térmica. Durante la menopausia, los sofocos y escalofríos provocados por cambios hormonales pueden generar sensaciones de frío tras episodios de calor intenso.

Estas variaciones explican por qué cada mujer puede reaccionar de forma diferente al frío. Por ello, es crucial considerar el factor hormonal y las particularidades fisiológicas femeninas al diseñar y regular la climatización de espacios. Comprender esta complejidad ayuda a crear soluciones de confort más justas y efectivas para todos.

Hombres y mujeres: diferencias en estándares de confort

A pesar de la creciente evidencia científica, los estándares de confort térmico se siguen elaborando basándose en modelos del hombre promedio, sin tener en cuenta las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres. Esto lleva a que, en espacios compartidos, las mujeres experimenten con mayor frecuencia molestias térmicas, necesiten ajustar más la climatización y, en consecuencia, se incremente el consumo energético.

Además, factores individuales como el índice de masa corporal, la genética o la aclimatación a ciertas temperaturas también pueden influir significativamente en la percepción del frío y del calor.

Este estudio sugiere que adaptar los sistemas de climatización y los estándares de confort a la diversidad fisiológica y hormonal no solo mejoraría el bienestar, sino que también optimizaría el uso de energía, avanzando hacia ambientes interiores más justos desde la perspectiva del confort.

En conclusión, reconocer y entender estas diferencias es fundamental para diseñar y gestionar espacios donde el confort, la salud y la eficiencia energética sean accesibles para todos. La ciencia ha dado un paso importante al identificar estas disparidades, y ahora el reto es implementar estos hallazgos en el diseño de nuestros espacios cotidianos.