vie. Jul 4th, 2025

NAIROBI, KENIA – La vida de Jane Waithera, una keniana de 39 años, cambió radicalmente cuando una clínica móvil del Hospital de Kikuyu visitó su aldea en 1996. Tenía solo 10 años y, debido a problemas de visión no diagnosticados, su rendimiento escolar era bajo. “No podía leer lo que los maestros escribían en la pizarra. Los libros me los ponía muy cerca del rostro para ver algo y la gente se burlaba de mí”, relata Waithera desde Nairobi. Sufre de albinismo, un trastorno genético que afecta su visión.

La visita de la clínica fue determinante. Un terapeuta visual le diagnosticó una discapacidad visual y le recetó gafas para su alta miopía. “Ese día fue determinante. Si la clínica móvil no hubiese llegado, probablemente hubiera seguido siendo castigada en la escuela y la habría dejado”, afirma Waithera, quien ahora es directora de la Unidad Asesora para la inclusión de personas con discapacidad en Kenia de la ONG Light for the World.

Desigualdad en el acceso a servicios de salud visual

El caso de Waithera no es aislado. Un estudio publicado en The Lancet Global Health revela que solo el 28% de las personas mayores de 50 años en África subsahariana tienen acceso a gafas u otras soluciones ópticas, en comparación con el 65% a nivel mundial. En países de altos ingresos, esta cifra alcanza el 84%. Stuart Keel, Oficial Técnico del programa de Visión y Cuidado Ocular de la OMS, señala que la falta de acceso a gafas afecta drásticamente la productividad y las oportunidades laborales de las personas.

“Se estima que la pérdida de visión no corregida puede provocar pérdidas anuales de productividad en todo el mundo de alrededor de 400.000 millones de dólares”, describe Keel.

En Kenia, por ejemplo, hay unos 3,8 millones de personas con enfermedades de la vista, lo que le cuesta al país unos 262 millones de dólares al año en términos de productividad, según la plataforma Vision Atlas de la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera.

Obstáculos económicos y geográficos

Una de las principales causas del bajo acceso a servicios de salud visual en África Subsahariana es la concentración de estos servicios en zonas urbanas, dejando a las poblaciones rurales en desventaja. Además, el costo de las gafas, mayormente proporcionadas por el sector privado, es prohibitivo para muchas personas. Keel también destaca la falta de personal sanitario capacitado para realizar exámenes visuales y prescribir gafas.

A pesar de que la atención a problemas visuales ha mejorado globalmente desde el año 2000, el ritmo de progreso en África subsahariana es lento. Waithera señala que aunque la concienciación ha mejorado, los recursos siguen siendo insuficientes. “Es muy difícil acceder a un buen diagnóstico. E, incluso, si lo consigues, las gafas son muy costosas”, comenta.

Soluciones y colaboraciones necesarias

Keel subraya la necesidad de que los gobiernos aumenten la inversión en salud visual e incluyan los chequeos y gafas en los paquetes de servicios sanitarios. España, por ejemplo, ha anunciado una ayuda pública de 100 euros para niños que necesiten gafas, lo que requerirá una inversión inicial de 48 millones de euros.

La cooperación internacional y las organizaciones filantrópicas también juegan un papel crucial. “El sector privado es el principal fabricante y proveedor de gafas. Es necesaria una colaboración activa con ellos”, añade Keel. Waithera aboga por soluciones que lleguen a las áreas rurales, como la clínica móvil que transformó su vida. “Hay que garantizar que las personas no tengan que desplazarse hasta las grandes ciudades para acceder a información y servicios”, concluye.