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Claves para restaurar la salud intestinal: enfoque en la microbiota

BUENOS AIRES, ARGENTINA – Durante décadas, el enfoque en la nutrición se centró en contar calorías y reducir grasas, siguiendo las tendencias dietéticas del momento. Sin embargo, en años recientes, la ciencia ha destacado un factor crucial para la salud general: la microbiota intestinal. Este conjunto de billones de microorganismos que habitan en el intestino influye en procesos tan diversos como la digestión, la inmunidad, el metabolismo e incluso el estado de ánimo.
Un gastroenterólogo especializado en medicina funcional digestiva sugiere dos claves fundamentales para reparar y fortalecer este sistema interno: primero, restaurar la mucosa intestinal y luego nutrir la microbiota con una alimentación diversa y viva.
La microbiota: un ecosistema esencial para el bienestar
La microbiota intestinal está compuesta principalmente por bacterias, pero también incluye virus, hongos y arqueas que conviven en el colon. Estas comunidades cumplen funciones metabólicas y protectoras indispensables: fermentan las fibras vegetales que el organismo humano no puede digerir por sí solo, producen vitaminas como la K y la B12, sintetizan ácidos grasos de cadena corta con efecto antiinflamatorio, y actúan como una “escuela” para el sistema inmunológico, ayudándolo a distinguir entre agentes benignos y potencialmente dañinos.
Un equilibrio en este ecosistema es señal de buena salud, mientras que su alteración —conocida como disbiosis— puede manifestarse en síntomas digestivos como hinchazón, gases, diarrea, constipación o intolerancias alimentarias. Además, cada vez más investigaciones vinculan este desequilibrio con enfermedades inflamatorias crónicas, obesidad, ansiedad, depresión y trastornos autoinmunes.
Primera etapa: reparación intestinal y reducción de la inflamación
Antes de pensar en la “alimentación ideal”, el especialista subraya la importancia de reparar el entorno intestinal. Este proceso de “reseteo” busca reducir la inflamación, restaurar la barrera mucosa y reorganizar la composición microbiana.
Para lograrlo, se recomienda eliminar temporalmente alimentos irritantes o ultraprocesados, reducir el consumo de azúcares refinados y priorizar preparaciones simples que permitan al intestino recuperar su equilibrio natural. También pueden utilizarse nutrientes específicos —como glutamina, zinc o ácidos grasos omega 3— que favorecen la regeneración de la mucosa intestinal. Esta fase puede durar semanas o meses, según el nivel de desequilibrio digestivo de cada persona.
Segunda etapa: alimentar la microbiota con diversidad vegetal
Una vez restablecido el equilibrio intestinal, la siguiente etapa consiste en nutrir a la microbiota de manera sostenida. La propuesta se basa en incorporar al menos 30 tipos de plantas diferentes por semana, incluyendo frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, semillas, hierbas y especias.
A esta variedad se suma un alimento fermentado diario, como yogur, kéfir, chucrut, kombucha o miso, que aportan bacterias beneficiosas capaces de reforzar la flora intestinal. Según estudios de referencia como el American Gut Project, las personas que mantienen una dieta más diversa en plantas presentan una microbiota más rica y equilibrada, menor inflamación sistémica y una mejor respuesta inmunológica.
Una nueva mirada sobre la nutrición
El gastroenterólogo señala que este enfoque implica un cambio profundo de paradigma: dejar de ver la alimentación solo como una fuente de calorías y empezar a entenderla como una herramienta para modular el ecosistema interno que influye en nuestra salud física y mental.
La microbiota no solo transforma los nutrientes, sino que también regula hormonas del apetito, participa en la producción de neurotransmisores y contribuye al control del estrés. Por eso, mejorar su equilibrio puede traducirse en mayor energía, mejor digestión, mejor ánimo y una inmunidad más sólida.
Cuidar la microbiota intestinal significa cuidar el cuerpo entero. Reparar el intestino y nutrirlo con alimentos reales, variados y fermentados constituye una estrategia sustentada en la ciencia para fortalecer la salud desde adentro. En palabras del especialista, “la alimentación ideal no se mide en calorías, sino en vida microbiana”.
Facundo Pereyra
La Nación (Argentina) / GDA
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