vie. Ago 8th, 2025

BUENOS AIRES, ARGENTINA – Los pensamientos persistentes sobre la comida, conocidos como “ruido alimentario”, están emergiendo como una barrera significativa para quienes intentan mantener hábitos saludables y controlar su peso, según expertos del ámbito de la salud. Este fenómeno, observado por la comunidad científica, se manifiesta como una preocupación constante y, en ocasiones, obsesiva por la comida.

Investigaciones citadas por Science Focus y especialistas de la Cleveland Clinic señalan que el “ruido alimentario” no solo deteriora el bienestar, sino que también complica la toma de decisiones para una alimentación adecuada. Factores hormonales y estímulos externos, como la publicidad y los alimentos ultraprocesados, refuerzan el ciclo de antojos, agravando el problema.

Diferencias entre antojos comunes y ruido alimentario

A diferencia de un simple antojo, el “ruido alimentario” se caracteriza por una corriente ininterrumpida de pensamientos sobre comida, lo que puede restar calidad de vida y dificultar la elección de alimentos saludables. Daisuke Hayashi, investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania, explica que la mayoría de las personas perciben este fenómeno como una fuente de sufrimiento innecesario.

La endocrinóloga Reena Bose, de la Cleveland Clinic, señala que muchas personas, tras terminar una comida, enfocan de inmediato sus pensamientos en el próximo refrigerio o plato. Esta preocupación permanente puede llevar a consumir un exceso de calorías, aumentando el riesgo de obesidad y otras enfermedades asociadas.

Causas hormonales y estímulos externos

Las causas del “ruido alimentario” son variadas y abarcan factores internos y externos. Las hormonas del hambre pueden desencadenar pensamientos alimentarios, mientras que estímulos externos, como publicidad, aromas de alimentos recién preparados o imágenes en redes sociales, activan el deseo de comer sin necesidad fisiológica.

La doctora Bose explica que los alimentos ultraprocesados, como dulces, helados o comida rápida, estimulan el sistema de recompensa cerebral, reforzando el ciclo de antojos y dificultando el control del apetito. “El consumo de alimentos ultraprocesados refuerza el ciclo de antojos y dificulta el control del apetito”, advierte.

Riesgos para la salud y estrategias de reducción

Esta combinación de factores transforma al “ruido alimentario” en un obstáculo para mantener un peso saludable. La sensación de hambre constante puede derivar en porciones cada vez mayores y contribuir al desarrollo de obesidad. Entre las consecuencias identificadas se incluyen problemas como apnea del sueño, hipertensión arterial y niveles elevados de colesterol, según la Cleveland Clinic.

Para enfrentar este desafío, los especialistas sugieren estrategias concretas. Adoptar una alimentación saludable y planificada resulta fundamental; esto implica limitar los alimentos ultraprocesados y preparar comidas con antelación. Tener frutas y verduras listas para consumir y mantener los refrigerios poco saludables fuera de la vista puede facilitar opciones más nutritivas y reducir la tentación.

Importancia de la organización alimenticia y control emocional

Organizar las comidas y mantener horarios regulares es clave. La doctora Bose observa que los hábitos alimentarios desordenados, como saltarse comidas o comer solo ante el hambre intensa, favorecen una desaceleración del metabolismo y dificultan la actividad física. Seguir una rutina regular de comidas ayuda a regular la energía y facilitar el ejercicio, esencial para la gestión del peso.

El control del estrés y el cuidado del sueño son fundamentales. “El estrés cotidiano puede inducir decisiones poco saludables en la alimentación”, dice Bose. Buscar apoyo psicológico o practicar actividades relajantes, como escuchar música o pasar tiempo al aire libre, contribuye a mejorar el control.

Medicamentos como la semaglutida han cobrado relevancia como herramienta para el control del apetito y la obesidad. Estos fármacos, comercializados como Ozempic y Wegovy, actúan sobre receptores que promueven la liberación de la hormona GLP-1, reduciendo el hambre y el deseo de comer. Sin embargo, este efecto es temporal; al suspender el medicamento, los antojos pueden reaparecer, subraya Bose.

Dada la complejidad del “ruido alimentario” y su impacto, los expertos aconsejan buscar orientación profesional. Consultar con un médico de atención primaria permite acceder a un equipo multidisciplinario compuesto por especialistas en obesidad, nutricionistas, fisioterapeutas y psicólogos, quienes pueden desarrollar un plan personalizado para controlar el peso corporal.