CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO – En el mundo empresarial, centrarse únicamente en lo que podría salir mal puede ser una estrategia de supervivencia, pero también puede limitar el potencial de una organización. Adoptar una postura defensiva permanente, similar a un equipo deportivo que juega solo para no perder, puede reducir la creatividad y la capacidad de reconocer oportunidades. Aunque esta táctica puede evitar pérdidas, probablemente no conducirá a grandes victorias.
La esperanza se presenta como un baluarte contra este comportamiento autodestructivo. Si se utiliza adecuadamente, puede ser una fuerza poderosa que ayude a las organizaciones a prosperar. La ciencia del comportamiento ha demostrado que la esperanza puede impulsar resultados positivos tanto para individuos como para organizaciones.
La esperanza como motor de cambio
La esperanza es más activa que el optimismo. Mientras que el optimismo implica una creencia pasiva de que el futuro será favorable, la esperanza es más dinámica. Las personas esperanzadas creen que las cosas podrían salir bien, pero también entienden que sus acciones son cruciales en un contexto de incertidumbre. Esto las lleva a planificar y trabajar hacia el futuro deseado, haciéndolas más eficaces que los meros optimistas.
Un estudio reveló que la esperanza, más que el optimismo, predice el rendimiento académico entre estudiantes de derecho. Además, un metaanálisis reciente de más de 11,000 empleados mostró que la esperanza está correlacionada con el bienestar y la moral positiva en el trabajo, fomentando ciclos virtuosos entre colegas.
La esperanza como habilidad adquirida
En algunas culturas, la esperanza puede parecer una lucha contra la corriente, pero es una habilidad que se puede aprender y desarrollar. Aunque a menudo se estereotipa como ingenua o incluso peligrosa, la esperanza puede ser una herramienta poderosa para generar ideas innovadoras y llevarlas a cabo. Las organizaciones que alinean la imaginación y la voluntad de su gente pueden ejecutar mejor sus estrategias más ambiciosas.
“La esperanza no es un sueño, sino una manera de hacer los sueños realidad.”
Implementando la esperanza en las organizaciones
Los investigadores han estudiado cómo fomentar la esperanza en personas que enfrentan adversidades, como estudiantes desfavorecidos o pacientes con enfermedades crónicas. Sin embargo, estas ideas también pueden aplicarse a las organizaciones para crear culturas esperanzadoras. Los líderes pueden implementar tres pasos clave:
- Establezca objetivos basados en valores compartidos: La esperanza organizacional requiere objetivos comunes. Los líderes pueden recordar a sus equipos lo que comparten, como lo hace Patagonia con su misión de “salvar nuestro hogar, el planeta”.
- Empodere a su gente: La esperanza florece cuando las personas sienten que tienen control sobre su futuro. Delegar tareas importantes y permitir más autonomía puede ayudar a empoderar a los empleados.
- Celebre el progreso: La desesperanza puede crecer como una bola de nieve, pero la esperanza también puede fortalecerse. Enfocarse en los logros y celebrarlos puede consolidar un sentido de eficacia y voluntad.
En conclusión, la esperanza no es solo un sentimiento, sino una estrategia tangible que puede transformar la cultura organizacional y potenciar el éxito. Al adoptar una postura esperanzadora, las empresas no solo evitan perder, sino que también se posicionan para ganar en grande.