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Salud de personas autistas en España: desafíos y soluciones

Editorial

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MADRID, ESPAÑA – En España, la salud de las personas autistas es un tema que ha sido históricamente ignorado, lo que ha llevado a una falta de datos cruciales para la formulación de políticas públicas efectivas. Esta carencia de información se traduce en una atención sanitaria que no siempre está adaptada a sus necesidades específicas, comprometiendo su derecho a una atención adecuada.

Para abordar esta brecha, la Confederación Autismo España ha publicado el informe El Estado de salud y atención sanitaria de las personas con autismo en España. Este documento ofrece una visión integral del estado de salud de las personas autistas en el país y destaca los principales desafíos en la atención sanitaria que reciben.

Un panorama preocupante

Las conclusiones del informe son alarmantes. Revelan que la salud de las personas autistas es significativamente peor que la de la población general. Según el informe, el 91% de las personas autistas mayores de 16 años han experimentado algún problema de salud en el último año, en contraste con el 56% de la población general. Además, el 55% de las personas autistas calificaron su salud como mala o muy mala en el último año, y el 50% está bajo tratamiento psicofarmacológico.

Esta situación se traduce en una menor esperanza de vida, con una media de seis años menos que la población general. En el caso de mujeres con autismo y discapacidad intelectual, la diferencia se amplía a 15 años.

Factores genéticos y sociales

Guillermo Benito, psicólogo del área de Investigación de Autismo España, explica que aunque no hay estudios concluyentes, se identifican dos grandes bloques de factores que interactúan para deteriorar la salud de las personas autistas. Por un lado, los problemas de salud podrían compartir un origen con el autismo mismo, como es el caso de la epilepsia, que está relacionada con el desarrollo del sistema nervioso.

Por otro lado, existen problemas adquiridos, derivados de hábitos de vida o situaciones de vulnerabilidad psicosocial. Por ejemplo, una alimentación rígida o experiencias de vulnerabilidad pueden contribuir a problemas de salud adicionales.

“Se sabe que estos dos bloques interactúan entre sí, pero a la hora de identificar la causa, habría que hacer una investigación más compleja de cada caso”, explica Benito.

Impacto en la salud mental

El informe también destaca una alta prevalencia de problemas de salud mental entre las personas autistas, especialmente aquellas sin discapacidad intelectual. Un 40% de las personas autistas sufre depresión y un 71% ansiedad, cifras que son significativamente más altas que en la población general.

Benito señala que esto podría deberse a una mayor exposición a situaciones estresantes, aunque no se descarta una predisposición genética. En personas con discapacidad intelectual, estos problemas son más difíciles de diagnosticar debido a las limitaciones en el lenguaje.

Acceso a la atención sanitaria

Las barreras en el acceso a la atención sanitaria son otro problema crítico. Las personas autistas enfrentan dificultades en la comunicación y en la adaptación de los entornos sanitarios a sus necesidades. Esto puede cronificar problemas de salud y empeorar su estado general.

“El sistema sanitario tiene dificultades para adaptarse a las necesidades específicas de las personas con autismo y, a la larga, tener un peor acceso a la atención sanitaria cronifica los problemas y empeora la salud”, afirma Benito.

La falta de accesibilidad en los servicios sanitarios, tanto en términos de infraestructura como de formación del personal, impide que las personas autistas reciban la atención que necesitan.

Mejoras necesarias

Para mejorar la atención sanitaria de las personas con autismo, es esencial aumentar la formación y sensibilización de los profesionales de la salud. La Confederación Autismo España sugiere la creación de recursos específicos para personas autistas, lo que podría mejorar la adherencia a los tratamientos y anticipar complicaciones.

En ausencia de protocolos estandarizados, la disposición de los profesionales para buscar soluciones alternativas es crucial. Medidas como el uso de apoyos para la comunicación y la flexibilidad en las citas pueden marcar una diferencia significativa.

“La adaptación de la atención sanitaria para las personas autistas es muy complicada de protocolizar, pero sí podemos tener flexibilidad y un pequeño grado de implicación de los profesionales”, concluye Benito.

En última instancia, mejorar la accesibilidad y adaptar el sistema sanitario a las necesidades de las personas autistas no solo es un imperativo ético, sino una necesidad para garantizar su bienestar y calidad de vida.

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