BUENOS AIRES, ARGENTINA – La inflamación se ha convertido en un desafío creciente para la salud pública global, afectando a millones de personas en todo el mundo. Aunque a menudo se la percibe negativamente, su papel en el cuerpo es complejo y, en ocasiones, beneficioso. Sin embargo, cuando se vuelve crónica, puede ser perjudicial y requerir atención médica.
El dolor corporal, la confusión mental y las molestias digestivas son síntomas comunes que llevan a muchas personas a buscar información en línea. La inflamación aparece frecuentemente en estas búsquedas, generando preocupación. Según los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, el riesgo es particularmente alto en mujeres, quienes representan cuatro de cada cinco casos de enfermedades autoinmunes.
El papel dual de la inflamación
La inflamación es una reacción natural del sistema inmunitario ante infecciones, lesiones o toxinas. Estudios de la Universidad de Florida han documentado su alta prevalencia y su vínculo con patologías modernas. En su forma aguda, es esencial para la protección y reparación de tejidos. Por ejemplo, tras una vacuna o una herida, el cuerpo reacciona para combatir agresores y sanar. Este proceso también es crucial para la recuperación muscular después del ejercicio, facilitando la reparación de desgarros.
No obstante, la inflamación no siempre es positiva. La Dra. Shilpa Ravella, gastroenteróloga y profesora asistente de medicina en el Columbia University Medical Center, advierte:
“La inflamación no siempre es beneficiosa, ni siquiera inofensiva. Puede atacar los propios tejidos del cuerpo, alterar funciones esenciales y provocar lesiones”.
Inflamación crónica y su impacto en la salud
Cuando la respuesta inflamatoria se prolonga más allá de lo necesario, se transforma en inflamación crónica, un estado en el que el sistema inmunitario daña tejidos sanos. Esta condición se asocia con enfermedades como cardiopatías, cáncer, obesidad, diabetes, artritis reumatoide y esclerosis múltiple. Incluso niveles bajos de inflamación crónica pueden afectar el bienestar y aumentar la susceptibilidad a diversas patologías.
Las mujeres son especialmente afectadas. Según los NIH, el 80% de los casos de enfermedades autoinmunes se presenta en mujeres, aunque las razones no están del todo claras. Esta diferencia convierte a la inflamación en un tema clave para la salud femenina, ya que patologías como el lupus o la enfermedad de Crohn afectan desproporcionadamente a las mujeres.
Señales de alerta y factores de riesgo
Existen cuatro síntomas que requieren una consulta médica para descartar problemas graves:
- Fatiga constante
- Dolor articular
- Lesiones cutáneas
- Problemas digestivos
Diversos factores contribuyen al desarrollo y mantenimiento de la inflamación crónica. Según el NIH, la inflamación crónica de bajo nivel está influida principalmente por la dieta, el estilo de vida y factores ambientales. El estrés persistente, la falta de sueño, una dieta baja en fibra, el sedentarismo y la exposición a ambientes poco saludables pueden desencadenar o agravar este proceso. La genética y el entorno también influyen en la susceptibilidad individual.
Prevención y manejo de la inflamación
El NIH y otras instituciones de salud recomiendan adoptar hábitos sostenibles para el control de la inflamación. El manejo adecuado del estrés es esencial, ya que el estrés crónico puede afectar las células inmunitarias cerebrales y acelerar el envejecimiento biológico. Un estudio publicado en Nutrients respalda cómo estas situaciones elevan los marcadores inflamatorios y dificultan los mecanismos de reparación del organismo.
El descanso también es crucial para la salud: durante el sueño, el cuerpo se restaura y el cerebro elimina desechos, lo que favorece la regulación de las células inflamatorias. Mantener horarios estables, evitar la cafeína en la tarde y reducir la exposición a pantallas antes de dormir ayuda a mejorar la calidad del sueño.
En cuanto a la alimentación, las guías recomiendan un consumo diario de fibra de entre 28 y 38 gramos para adultos. Este nutriente contribuye a prevenir y reducir la inflamación. Incorporar alimentos integrales, frutas, verduras y legumbres puede fortalecer el sistema inmunitario y mejorar la salud intestinal.
El ejercicio regular es otro pilar fundamental. Según Mayo Clinic, la actividad física constante reduce la inflamación de bajo nivel, más allá de la pérdida de peso, y favorece un microbioma intestinal saludable. Además, la práctica de ejercicio en compañía refuerza los vínculos sociales, lo que también beneficia al sistema inmunitario.
Ante síntomas persistentes como fatiga, dolor articular, lesiones cutáneas o problemas digestivos, se aconseja consultar a un equipo médico para descartar causas subyacentes y recibir orientación adecuada. La inflamación puede ser una señal de alerta y su manejo efectivo requiere atención personalizada. Adoptar y mantener hábitos saludables permite que el sistema inmunitario actúe eficazmente en la protección de la salud.