mar. Jul 1st, 2025

LONDRES, REINO UNIDO – La relación entre la tecnología moderna y la salud sigue siendo un tema de debate intenso y, a menudo, confuso. Amy Orben, psicóloga de la Universidad de Cambridge, destaca la falta de pruebas concluyentes que permitan a la ciencia responder con certeza a las preocupaciones sobre los efectos de los móviles, las redes sociales y la inteligencia artificial (IA) en la salud mental. “Tenemos que ser transparentes cuando no hay grandes pruebas”, afirma Orben, subrayando la dificultad de afrontar la exageración de la evidencia en un intento por proteger a los niños.

La ausencia de respuestas claras obliga a ciudadanos y políticos a depender de prejuicios, lo que a veces lleva a regulaciones innecesarias o a la falta de acción ante problemas significativos. J. Nathan Matias, director de un laboratorio de ciudadanía y tecnología en la Universidad de Cornell, enfatiza la necesidad de que los científicos comuniquen claramente lo que se sabe y lo que no. Ambos académicos han publicado un artículo en la revista Science para fomentar el debate sobre la velocidad de la tecnología y proponer medidas para acelerar la investigación científica.

El desafío de la evidencia científica

Orben anticipa que en cinco años se les pedirá resultados sobre la interacción de adolescentes con chatbots de IA. “Llevo meses diciendo que tenemos que empezar ya a recopilar datos a largo plazo sobre cómo usan los niños las apps de chats con IA”, comenta. Sin embargo, la respuesta de los científicos consultados sigue siendo: no sabemos qué impacto tiene. Orben insiste en que, aunque la ciencia es precisa y cuidadosa, es necesario acelerar ciertos aspectos debido a la rapidez con la que avanza el entorno tecnológico.

Las grandes compañías tecnológicas, cuyo objetivo principal es el beneficio económico, no están incentivadas a investigar los efectos potencialmente negativos de sus productos. “Históricamente, las empresas han tendido a no querer saber algunas cosas”, explica Matias. La propuesta de Orben y Matias se centra en cambiar estos incentivos para que la ciencia pueda adaptarse a la velocidad de desarrollo de las tecnologías.

Propuestas para un cambio

Mejores datos sobre las consecuencias

El artículo sugiere que las tecnologías digitales se incluyan en registros públicos de causas de muerte o daños, similar a cómo se documentan los accidentes de tráfico. Esto permitiría una comprensión más clara de cómo la tecnología afecta a la vida real. “Necesitamos afinar más el oído a lo que pasa en la vida real”, detalla Orben.

Ajustar la balanza del peligro

Las grandes tecnológicas utilizan la falta de evidencia clara para minimizar preocupaciones, priorizando el beneficio económico sobre la salud pública. “Las pérdidas empresariales son más fáciles de revertir que las vidas”, argumentan los científicos, sugiriendo que se reevalúe la relación entre beneficios corporativos y salud pública.

Trabajar en paralelo

Orben y Matias proponen realizar acciones en paralelo para acelerar la obtención de resultados sin comprometer la calidad de la investigación. “Hay que acelerar, pero de una manera definida y cuidadosa”, dice Orben. Un ejemplo es medir el impacto de las redes sociales en el sueño de los adolescentes a través de pruebas controladas.

Una lista de los problemas

Inspirándose en la gestión de químicos peligrosos, los científicos sugieren crear una lista de preocupaciones tecnológicas que permita a los emprendedores desarrollar alternativas más seguras. “Estamos animando a que se adopte un enfoque parecido con la tecnología digital”, dice Matias, destacando la necesidad de un proceso de negociación y regulación que acelere la creación de productos más seguros.

Mirando hacia el futuro

La comparación entre las aplicaciones tecnológicas y la industria del tabaco es inexacta, ya que las redes sociales pueden diseñarse para ser más seguras, a diferencia del tabaco. “Los productos químicos son un mejor modelo”, insiste Matias, señalando que, aunque algunos compuestos son tóxicos, muchos tienen usos valiosos. El reto es mejorar continuamente y prohibir aquellos que son demasiado dañinos.

Este debate sobre la tecnología y la salud es crucial en un mundo donde las innovaciones se implementan rápidamente. La ciencia debe adaptarse para proporcionar respuestas que equilibren los avances tecnológicos con la protección de la salud pública.