BUENOS AIRES, ARGENTINA – En un giro sorprendente para muchos, recientes investigaciones científicas han revelado que la leche podría ser una fuente de hidratación más efectiva que el agua. Este hallazgo, respaldado por estudios publicados en la revista Science Focus, desafía la creencia popular de que el agua es la única opción para mantener el cuerpo adecuadamente hidratado.
La hidratación es crucial para la salud general, pero a menudo está rodeada de mitos y desinformación. Durante años, se ha promovido la idea de que beber ocho vasos de agua al día es esencial. Sin embargo, los expertos ahora sugieren que tanto la leche como los alimentos ricos en agua pueden desempeñar un papel igualmente importante, si no más, en el mantenimiento de una hidratación óptima.
Nuevas perspectivas científicas sobre la hidratación
El avance en los estudios de hidratación ha puesto en duda la noción de una cantidad fija de agua para todos. La pérdida de líquidos y la necesidad de reponerlos varían significativamente según factores como el clima, la actividad física y las características biológicas individuales.
La creciente popularidad de las aplicaciones móviles para monitorear la hidratación, las bebidas deportivas y la adición de sal al agua reflejan la influencia de la industria del bienestar y las redes sociales. Sin embargo, estas prácticas no siempre se alinean con la evidencia científica más rigurosa.
Expertos desmienten el mito de los ocho vasos de agua diarios y recomiendan adaptar la hidratación a cada persona, según su nivel de actividad física.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, se recomienda un consumo diario de aproximadamente 2 litros de líquidos para mujeres y 2,5 litros para hombres, aunque estas cifras pueden aumentar en condiciones de calor extremo o actividad física intensa.
Líquidos, alimentos y personalización
El doctor Lewis James, nutricionista de la Universidad de Loughborough, explicó que la cantidad de agua que una persona necesita depende principalmente del sudor y la orina, que a su vez están condicionados por el entorno y la actividad diaria. Por lo tanto, una persona activa en un clima cálido requerirá muchos más líquidos que alguien sedentario en un ambiente fresco.
El profesor Stuart Galloway, de la Universidad de Stirling, aclaró que no toda el agua necesaria debe provenir de vasos de agua. Otras bebidas, como la leche, el té o incluso el café, contribuyen a alcanzar el requerimiento total.
El 20% de la hidratación diaria proviene de alimentos ricos en agua, como frutas y verduras, no solo de líquidos.
Alrededor del 80% de la hidratación deriva de líquidos y el resto se obtiene de los alimentos, especialmente frutas y verduras. Si la dieta es rica en productos con alto contenido de agua, hasta el 40% de las necesidades diarias puede cubrirse por esta vía.
Leche como fuente superior de hidratación
Uno de los hallazgos más novedosos indica que la leche es más efectiva que el agua para mantener la hidratación. En un estudio dirigido por Galloway en 2023, la leche superó al agua y otras bebidas en retención de líquidos en el organismo. Esto se debe a que su contenido de proteínas, como la caseína, ralentiza el vaciado gástrico.
Se determinó que productos como refrescos azucarados no son recomendables, ya que su alto nivel de azúcar exige al cuerpo utilizar más agua durante el proceso de metabolización. Por el contrario, la leche puede considerarse una bebida más eficiente, especialmente para quienes buscan retener líquidos por más tiempo.
Factores a considerar con otras bebidas
El café y el té, a pesar de contener cafeína, no provocan un efecto diurético relevante en la mayoría de los bebedores habituales y sí contribuyen a la hidratación total. Incluso, se observó que el consumo moderado de cerveza (entre 1 y 1,5 litros) no incrementa la producción de orina respecto al agua. Sin embargo, las bebidas alcohólicas fuertes como el whisky o el vino sí potencian el efecto diurético.
El papel de los electrolitos cobra importancia en el contexto deportivo. Atletas sometidos a ejercicios intensos pueden perder hasta dos litros de sudor por hora, lo que equivale a una pérdida considerable de sal. La reposición de electrolitos se vuelve crucial para evitar alteraciones como calambres, náuseas o debilidad muscular.
No obstante, para la mayoría de las personas, la dieta habitual aporta suficientes electrolitos, y no se requieren ni suplementos ni bebidas deportivas, que suelen tener una concentración de sal demasiado baja para un efecto significativo.
Riesgos de deshidratación y exceso de líquidos
El cuerpo advierte la deshidratación tarde, dado que la sed surge después de perder cerca del 1 o 2% de la masa corporal en líquidos, es decir, entre 1 y 1,5 litros. Otro indicio es orinar menos de cinco veces al día. El color de la orina puede orientarnos sobre nuestro estado, pero refleja lo acontecido varias horas atrás.
La sobrehidratación también puede ser peligrosa. En situaciones excepcionales, como el consumo excesivo en poco tiempo, los riñones —con capacidad para procesar hasta un litro de orina por hora— no logran eliminar rápidamente el excedente. Esto puede diluir peligrosamente los electrolitos, en especial el sodio, y provocar intoxicación por agua. El efecto más grave es el edema cerebral.
El exceso de líquidos puede ser tan peligroso como la deshidratación y puede causar intoxicación por agua.
Cómo conseguir una hidratación óptima
La clave está en ingerir líquidos de manera regular y equilibrada durante el día. Los expertos proponen iniciar la mañana con un vaso de 500 mililitros de agua y acompañar cada comida con otro vaso, complementando con otras bebidas según las preferencias.
Además, distribuir la ingesta y no pasar largos periodos sin consumir líquidos es la forma más segura y efectiva de mantener una buena hidratación y evitar riesgos tanto por defecto como por exceso.
Según la investigación citada, la leche se destaca como una alternativa superior para quienes buscan mantener la hidratación por periodos prolongados. Atender las señales del cuerpo, seleccionar variedad de fuentes líquidas y adaptar el consumo de acuerdo a diversos factores, resulta clave para el bienestar general.