BUENOS AIRES, ARGENTINA – Los pensamientos persistentes sobre la comida, conocidos como “ruido alimentario”, están dificultando el control del peso y afectando la salud mental, según expertos en el campo de la nutrición. Este fenómeno, que ha captado la atención de la comunidad científica, se manifiesta como una preocupación constante y a menudo obsesiva por la comida, lo que puede convertirse en una barrera significativa para quienes intentan mantener hábitos saludables.
Investigaciones recientes, citadas por Science Focus y especialistas de la Cleveland Clinic, han revelado que el “ruido alimentario” no solo deteriora el bienestar general, sino que también complica la toma de decisiones relacionadas con una alimentación adecuada. Este fenómeno es alimentado por factores hormonales y estímulos externos, como la publicidad y los alimentos ultraprocesados, que refuerzan el ciclo de antojos.
Diferencias entre antojos comunes y “ruido alimentario”
A diferencia de un simple antojo, el “ruido alimentario” se caracteriza por una corriente ininterrumpida de pensamientos sobre comida, lo que puede restar calidad de vida y dificultar la elección de alimentos saludables. Daisuke Hayashi, investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania, explicó que muchas personas perciben este fenómeno como una fuente de sufrimiento innecesario. Aunque las investigaciones aún están en fases iniciales, datos y testimonios recopilados en redes sociales refuerzan esta percepción.
La endocrinóloga Reena Bose, de la Cleveland Clinic, señaló que muchas personas, tras terminar una comida, enfocan de inmediato sus pensamientos en el próximo refrigerio o plato. Esta preocupación permanente puede llevar a consumir un exceso de calorías, aumentando el riesgo de obesidad y otras enfermedades asociadas.
Causas hormonales y estímulos externos
Las causas del “ruido alimentario” son variadas y abarcan factores internos y externos. Las hormonas del hambre pueden desencadenar pensamientos alimentarios, mientras que estímulos externos, como publicidad, aromas de alimentos recién preparados o imágenes en redes sociales, activan el deseo de comer en ausencia de necesidad fisiológica.
Sobre esta tendencia, la doctora Bose explicó que los alimentos ultraprocesados, como dulces, helados o comida rápida, estimulan el sistema de recompensa cerebral, lo que refuerza el ciclo de antojos y dificulta el control del apetito. “El consumo de alimentos ultraprocesados refuerza el ciclo de antojos y dificulta el control del apetito”, advirtió.
Riesgos para la salud y estrategias de reducción
Esta combinación de factores transforma al “ruido alimentario” en un obstáculo para mantener un peso saludable. La sensación de hambre constante puede derivar en porciones cada vez mayores y contribuir al desarrollo de obesidad. Entre las consecuencias identificadas se incluyen problemas como apnea del sueño, hipertensión arterial y niveles elevados de colesterol, según advierte la Cleveland Clinic.
Para hacer frente a este desafío, los especialistas sugieren estrategias concretas. Adoptar una alimentación saludable y planificada resulta fundamental; esto implica limitar los alimentos ultraprocesados y preparar comidas con antelación. Tener frutas y verduras listas para consumir y mantener los refrigerios poco saludables fuera de la vista puede facilitar opciones más nutritivas y reducir la tentación.
Importancia del control emocional y seguimiento profesional
El control del estrés y el cuidado del sueño son fundamentales. El estrés cotidiano puede inducir decisiones poco saludables en la alimentación, por lo que buscar apoyo psicológico o practicar actividades relajantes, como escuchar música o pasar tiempo al aire libre, contribuye a mejorar el control. Dormir de manera adecuada también ayuda a sostener hábitos saludables, ya que la fatiga con frecuencia incrementa la búsqueda de alimentos ultraprocesados.
En los últimos años, medicamentos como la semaglutida han cobrado relevancia como herramienta para el control del apetito y la obesidad. Estos fármacos, comercializados como Ozempic y Wegovy, actúan sobre receptores que promueven la liberación de la hormona GLP-1, reduciendo el hambre y el deseo de comer. La doctora Bose explicó que quienes utilizan semaglutida suelen notar mayor saciedad y una disminución de los pensamientos sobre comida. Sin embargo, este efecto es temporal; al suspender el medicamento, los antojos pueden reaparecer.
Dada la complejidad del “ruido alimentario” y su impacto, los expertos aconsejan buscar orientación profesional. Consultar con un médico de atención primaria permite acceder a un equipo multidisciplinario compuesto por especialistas en obesidad, nutricionistas, fisioterapeutas y psicólogos, quienes pueden desarrollar un plan personalizado para controlar el peso corporal.