mar. Jul 1st, 2025

HELSINKI, FINLANDIA – Un grupo de científicos finlandeses ha dado un paso significativo en la comprensión de cómo el cerebro humano procesa las diversas formas de amor. Al mapear la actividad neuronal de personas con diferentes vínculos afectivos, los investigadores han revelado que no todas las experiencias amorosas son iguales a nivel cerebral.

El amor, en sus múltiples manifestaciones, es una de las emociones más complejas y poderosas de la experiencia humana. Desde el amor romántico hasta el cariño por los hijos, la amistad, el apego a las mascotas e incluso el vínculo con la naturaleza, cada tipo de amor se siente de manera única. Pero, ¿cómo procesa el cerebro estas distintas formas de amor? Este es el enigma que los investigadores finlandeses se propusieron resolver.

Un experimento para mapear el amor en el cerebro

Para investigar cómo el cerebro reacciona ante distintas formas de amor, los científicos escanearon la actividad cerebral de 55 participantes mientras leían siete historias diseñadas para evocar diferentes tipos de amor, incluyendo el amor hacia un hijo, una pareja, un amigo cercano, una mascota, un extraño, y la naturaleza. También se incluyó una historia neutral como referencia.

Se pidió a los participantes que se imaginaran dentro de cada historia, evocando en su mente a las personas o seres asociados con cada tipo de amor. Esta metodología permitió a los investigadores observar cómo cambiaba la actividad cerebral dependiendo del tipo de amor evocado.

El amor como recompensa: la activación del sistema límbico

Los resultados del estudio revelaron que, aunque todas las formas de amor activaban grandes áreas de los lóbulos temporales, la corteza cerebral y el cerebelo, existían diferencias clave en la forma en que el cerebro procesaba cada una. Uno de los hallazgos más relevantes fue que el amor relacionado con conexiones personales —como el amor de los padres, el romántico y el de amistad— provocaba una mayor activación en los centros de recompensa del cerebro, especialmente en el sistema límbico.

Este sistema, crucial en la regulación de las emociones y el placer, sugiere que el cerebro asocia estas relaciones con una sensación de satisfacción y bienestar. El amor parental activa específicamente el cuerpo estriado, vinculado a la motivación y al apego profundo, lo que indica que el amor de los padres hacia sus hijos es una experiencia profundamente arraigada en el cerebro.

El amor por las mascotas: más que una simple compañía

Cuando los investigadores compararon la actividad cerebral de quienes evocaban el amor por sus mascotas, encontraron que en los dueños de animales domésticos, la respuesta neuronal era muy similar a la del amor parental. Algunas de las mismas áreas cerebrales se activaban, lo que sugiere que muchas personas consideran a sus mascotas como miembros de su familia.

Este hallazgo refuerza estudios previos que han demostrado que la interacción con mascotas genera la liberación de oxitocina, una hormona vinculada al apego y el amor. En otras palabras, el vínculo con los animales de compañía es más profundo de lo que se pensaba, y el cerebro lo reconoce de manera similar al amor por los hijos o la pareja.

El amor por la naturaleza y los extraños: un vínculo menos intenso

A diferencia del amor por personas cercanas o mascotas, el amor por la naturaleza y el amor hacia los extraños mostró menos activación en los centros de recompensa del cerebro. Aunque estos sentimientos también involucran emociones positivas, parecen ser procesados de una manera más distante o abstracta.

Este estudio confirma que el amor no es una experiencia única, sino un conjunto de emociones distintas que el cerebro procesa de diferentes maneras.

Los sentimientos hacia la naturaleza y los extraños generan menor actividad en los centros de recompensa del cerebro

, reflejando las diferencias en la forma en que experimentamos cada tipo de amor.

Más allá de su impacto en la neurociencia, estos hallazgos también pueden tener aplicaciones en áreas como la psicología, la terapia de relaciones y el bienestar emocional. Comprender cómo el cerebro procesa el amor puede ayudar a desarrollar mejores estrategias para fortalecer las relaciones humanas y mejorar la calidad de vida de las personas.

En última instancia, la ciencia reafirma lo que la experiencia nos dice: el amor tiene muchas formas, cada una con su propia huella en el cerebro y su impacto en nuestra vida cotidiana.