mar. Ago 19th, 2025

CIUDAD/PAÍS – Las mujeres suelen sentir más frío en oficinas y hogares debido a diferencias fisiológicas y hormonales, según un estudio reciente. Esta investigación, considerada la más amplia de su tipo, confirma que la percepción del frío varía significativamente entre hombres y mujeres debido a sus características biológicas.

El estudio, publicado en Science Direct, destaca que esta diferencia, aunque a menudo pasa desapercibida en la vida cotidiana, tiene implicaciones directas en la salud, el bienestar y la eficiencia de los espacios interiores. La investigación analizó 83 estudios originales realizados principalmente en Europa y Asia, con participantes de ambos sexos y edades comprendidas entre veinte y treinta años.

Las claves fisiológicas de la percepción térmica

Los resultados del metaanálisis evidencian que las mujeres reportan mayor incomodidad térmica ante los mismos estímulos ambientales. En ambientes fríos, las mujeres suelen presentar temperaturas más bajas en la piel, especialmente en las extremidades, lo que refleja una tendencia a sentirse en el extremo frío de la escala incluso bajo condiciones de neutralidad térmica.

Las causas de estas diferencias se relacionan con factores fisiológicos como una menor masa muscular, un mayor porcentaje de grasa, una tasa metabólica más baja y un volumen sanguíneo reducido. Estos rasgos limitan la producción interna de calor y facilitan su pérdida por unidad de masa.

“El cuerpo femenino activa con más rapidez una respuesta vasomotora, estrechando los vasos sanguíneos para proteger la temperatura central, pero dejando las extremidades más frías”, explica el estudio.

Respuesta femenina al frío

En ambientes fríos, las diferencias entre hombres y mujeres se vuelven evidentes. Por las características del sexo femenino, su cuerpo genera y conserva menos calor, priorizando que los órganos internos se mantengan calientes, pero dejando las manos y los pies más fríos.

Los cambios hormonales también juegan un papel importante. Durante la segunda mitad del ciclo menstrual, la temperatura interna del cuerpo sube hasta 0,8 ℃ debido a la progesterona, lo que puede modificar la percepción del frío. Durante el embarazo, especialmente al principio, tanto la temperatura central como la de la piel aumentan, alterando la sensación térmica.

“En la menopausia, los sofocos y los escalofríos aparecen como consecuencia de los cambios hormonales, provocando sensaciones de frío posteriores a episodios de calor intenso”, señala el estudio.

Hombres y mujeres: las diferencias en los estándares de confort

A pesar de la evidencia científica acumulada, los estándares de confort térmico siguen elaborándose sobre modelos basados en el hombre promedio, sin tener en cuenta las diferencias fisiológicas entre varones y mujeres. Esto lleva a que, en espacios compartidos, las mujeres experimenten con mayor frecuencia molestias térmicas, tengan que modificar más veces la climatización y, en consecuencia, se incremente el consumo energético.

Además, factores individuales como el índice de masa corporal, la genética propia de cada persona o la aclimatación a ciertas temperaturas también pueden influir considerablemente en la percepción del frío y del calor. Todo esto muestra que aún queda mucho por investigar para comprender en profundidad cómo afectan todos estos elementos a la experiencia térmica de cada grupo poblacional.

“Adaptar los sistemas de climatización y los estándares de confort a la diversidad fisiológica y hormonal contribuiría a mejorar el bienestar, optimizar el uso de la energía y avanzar hacia ambientes interiores mucho más justos desde la perspectiva del confort”, concluye el estudio.

Reconocer y entender estas diferencias es fundamental para diseñar y gestionar espacios donde el confort, la salud y la eficiencia energética sean realmente accesibles para todos. La equidad térmica en espacios interiores es clave para el bienestar y la eficiencia energética.