CIUDAD DE MÉXICO – La obesidad ha alcanzado niveles críticos en los países occidentales, impulsando enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión y ciertos tipos de cáncer, además de reducir la esperanza de vida. Este fenómeno plantea un desafío significativo tanto para los sistemas de salud como para la economía global.
El Dr. Andrew Jenkinson, cirujano bariátrico del University College London Hospital, sostiene que la mayoría de las dietas fracasan porque no abordan el verdadero mecanismo que regula el peso corporal: la acción de las hormonas, y no simplemente la cantidad de calorías consumidas. En una entrevista con Science Focus, Jenkinson explicó que el error radica en la confianza excesiva en el conteo de calorías y el ejercicio físico moderado.
La hormona leptina y el error de las dietas tradicionales
La leptina, conocida como la “hormona de la saciedad”, juega un papel crucial en la regulación del apetito y el metabolismo. Producida por las células grasas, envía señales al cerebro para disminuir el hambre y aumentar el gasto energético cuando hay exceso de grasa corporal. Sin embargo, el alto consumo de azúcares y alimentos ultraprocesados provoca un aumento de insulina que bloquea la acción de la leptina.
“Es como si el medidor de combustible de un coche marcara vacío cuando el tanque está lleno”, explicó el Dr. Jenkinson.
Este bloqueo impide que el cerebro reciba la señal de saciedad, lo que lleva a comer más y a un metabolismo más lento. Según Jenkinson, la obesidad no es simplemente una cuestión de tener más comida al alcance, sino de cómo ciertos alimentos afectan los sistemas hormonales, actuando como una droga que altera la regulación normal del peso.
Punto de ajuste: genética y ambiente alimentario
El concepto de “punto de ajuste” describe el valor de peso que el cerebro intenta mantener automáticamente. Este puede encontrarse en rangos elevados de sobrepeso u obesidad, influido tanto por factores genéticos como ambientales. Aproximadamente un tercio de la población tiene una predisposición genética a ganar peso con la dieta moderna, pero el entorno alimentario, saturado de azúcares y harinas refinadas, también juega un papel crucial.
“No se trata de la cantidad, sino del impacto de los alimentos en el organismo, como si fueran una droga”, afirmó Jenkinson.
Estrategias alimentarias sostenibles
El Dr. Jenkinson propone reformar los hábitos alimentarios en lugar de adoptar dietas restrictivas. Recomienda eliminar azúcares, carbohidratos refinados y aceites vegetales, sustituyéndolos por comidas preparadas en casa. Esto ayuda a restablecer el punto de ajuste y permite bajar de peso sin hambre ni irritabilidad.
Para manejar los antojos, especialmente al dejar el azúcar, sugiere la técnica del “crave surfing” (surfear los impulsos), que consiste en observar cómo la intensidad del deseo alimentario sube y baja, comprobando que cada ola sucesiva es menos intensa. Este método facilita la adopción de una dieta equilibrada sin recurrir a la fuerza de voluntad extrema.
Ejercicio físico: beneficios reales y sus límites
El ejercicio vigoroso puede ser beneficioso, pero su impacto real en la pérdida de peso es limitado. Solo quienes entrenan una hora y media diaria logran quemar unas 1.000 kilocalorías, un objetivo difícil de alcanzar para la mayoría. Las pautas recomendadas de una hora a la semana apenas se traducen en una pérdida de dos kilos por año.
“El organismo suele compensar el esfuerzo físico con más apetito o reduciendo el metabolismo”, explicó Jenkinson, subrayando que la verdadera solución es un cambio profundo en la alimentación.
En definitiva, perder peso de forma sostenible exige atacar el origen hormonal del exceso de peso y transformar los hábitos alimentarios. Según el Dr. Jenkinson, los intentos por adelgazar a fuerza de dietas estrictas y ejercicio extremo solo llevan al agotamiento y la frustración. El éxito duradero requiere respetar el funcionamiento natural del cuerpo y construir rutinas que mejoren la respuesta metabólica ante los alimentos.