CIUDAD DE MÉXICO – El consumo de agua con gas, también conocida como soda, ha visto un notable incremento en los últimos años, especialmente entre aquellos que buscan alternativas más saludables a los refrescos azucarados y las bebidas artificiales. Este aumento en popularidad ha suscitado preguntas sobre sus beneficios y posibles riesgos, así como su papel dentro de una dieta equilibrada.
Investigaciones recientes, incluyendo estudios publicados en Women’s Health y recomendaciones de instituciones como la Escuela de Salud Pública de Harvard, han arrojado luz sobre el consumo aconsejado de agua con gas y sus efectos en la salud. El agua con gas es simplemente agua a la que se le ha añadido dióxido de carbono (CO₂), creando burbujas y una sensación refrescante. Cuando está libre de azúcares y edulcorantes, se considera igual de hidratante que el agua natural.
Investigaciones y hallazgos científicos
Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition analizó el impacto de diversas bebidas, incluyendo el agua con gas, en la hidratación de adultos sanos. Este estudio introdujo el concepto de “índice de hidratación de bebidas” y midió cómo respondía el organismo tras consumir diferentes líquidos como agua natural, agua con gas, leche, jugos y refrescos.
Los resultados mostraron que el agua con gas tiene un índice de hidratación prácticamente idéntico al del agua natural. Esto confirma que es una alternativa válida para mantener la hidratación diaria en personas sanas. Según el estudio, su consumo, en cantidades habituales y sin azúcares o edulcorantes, no produce efectos adversos ni diferencias significativas en los niveles de hidratación respecto al agua convencional.
Recomendaciones de expertos
La Escuela de Salud Pública de Harvard afirma que el agua con gas “es tan hidratante como el agua normal y puede ser preferible para quienes disfrutan su sabor o la sensación efervescente”. Además, señala que, siempre que esté libre de azúcares añadidos y edulcorantes, representa una opción válida que puede ayudar a algunas personas a consumir las cantidades diarias de líquidos recomendadas.
Harvard enfatiza que no existe evidencia para establecer un umbral fijo a partir del cual su consumo suponga riesgos en adultos sanos, aunque apunta que las necesidades individuales pueden variar. La evidencia disponible sugiere que un consumo moderado de agua con gas —alrededor de uno o dos vasos al día (entre 200 y 400 mililitros)— es seguro y adecuado para la mayoría de los adultos sanos.
Beneficios y precauciones
Consumir agua con gas en las cantidades recomendadas permite aprovechar sus beneficios de hidratación y promueve una mayor sensación de saciedad, lo cual puede ser útil para quienes buscan controlar su ingesta calórica diaria. Además, algunos usuarios experimentan mejor digestión o alivio de la dispepsia leve gracias al efecto efervescente, aunque esto varía de persona a persona.
No obstante, un consumo elevado, especialmente más allá de dos vasos al día, puede causar molestias digestivas como hinchazón abdominal o incremento de gases, especialmente en personas con sistemas digestivos sensibles o con antecedentes de síndrome de intestino irritable, reflujo gastroesofágico o distensión abdominal.
En estos casos, se recomienda reducir la cantidad y observar la respuesta individual al agua con gas. Harvard y otros expertos insisten en que la principal fuente de hidratación debe seguir siendo el agua natural, y que el agua con gas funcione solo como complemento.
Consideraciones adicionales
El contenido mineral del agua con gas varía según su origen y marca, reflejándose en el etiquetado como “residuo seco”. Algunas aguas presentan altos niveles de sodio, calcio o magnesio, aspecto especialmente relevante para personas con hipertensión arterial, enfermedades renales o tendencia a cálculos. Estas personas deben optar por variantes bajas en sodio y calcio y consultar ante cualquier duda.
En resumen, el agua con gas puede ser una opción refrescante y saludable para quienes buscan variar su consumo de líquidos, siempre que se mantenga dentro de los límites recomendados y se tenga en cuenta la respuesta individual del cuerpo. Como siempre, es fundamental consultar con un profesional de la salud si se tienen condiciones médicas específicas.