sáb. Jul 5th, 2025

NAIROBI, KENIA – La vida de Jane Waithera cambió radicalmente cuando una clínica móvil del Hospital de Kikuyu llegó a su aldea en 1996. Waithera, entonces una niña de 10 años en Chinga, recibió su primer par de gafas de forma gratuita. Sufría de albinismo, una condición genética que afecta su visión, pero hasta ese momento, nadie había diagnosticado su problema visual. “No podía leer lo que los maestros escribían en la pizarra. Los libros me los ponía muy cerca del rostro para ver algo y la gente se burlaba de mí”, relata Waithera desde Nairobi.

La historia de Waithera es un reflejo de una realidad más amplia en África, donde siete de cada diez personas con problemas de visión no tienen acceso a gafas. Según un estudio publicado en mayo en The Lancet Global Health, la Cobertura Efectiva de Errores Refractivos (eREC) en África subsahariana es de solo el 28% en personas mayores de 50 años, muy por debajo del promedio mundial del 65% y del 84% en países de altos ingresos.

Desigualdad en el acceso a la salud visual

La falta de acceso a gafas y atención médica crea una brecha significativa entre quienes pueden y no pueden permitirse estos servicios. Stuart Keel, Oficial Técnico del programa de Visión y Cuidado Ocular de la Organización Mundial de la Salud (OMS), advierte que la pérdida de visión no corregida puede provocar pérdidas anuales de productividad de alrededor de 400.000 millones de dólares a nivel mundial.

En Kenia, el impacto es notable. Con 3,8 millones de personas afectadas por enfermedades visuales, el país pierde aproximadamente 262 millones de dólares anuales en productividad, según datos de Vision Atlas de la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera. África Subsahariana es la segunda región del mundo con mayor prevalencia de pérdida de vista, solo superada por el sur de Asia.

Obstáculos en el camino hacia la salud visual

La falta de servicios de salud visual es más aguda en las zonas rurales de África Subsahariana, donde la mayoría de los servicios están concentrados en áreas urbanas. “El otro problema es la asequibilidad: la mayoría de gafas las proporciona el sector privado y el coste final es muy elevado para el paciente”, explica Keel. Además, hay una escasez de trabajadores sanitarios capacitados para diagnosticar y prescribir gafas.

A pesar de un aumento del 60% en la cobertura de atención visual en África subsahariana desde el año 2000, el acceso universal no se logrará hasta finales de siglo si no se acelera el ritmo actual. En Kenia, el progreso es aún más lento, según Waithera, quien ahora es directora de la Unidad Asesora para la inclusión de personas con discapacidad en la ONG Light for the World.

Inversiones y soluciones a largo plazo

Keel subraya la necesidad de aumentar la inversión gubernamental en servicios de salud visual. “Es necesario que los chequeos y las gafas se incluyan en los paquetes de servicios sanitarios y en los planes de seguro que se ofrecen al público, especialmente a los niños y las personas mayores”, afirma.

España, por ejemplo, ha anunciado una ayuda pública de 100 euros para niños menores de 16 años que necesiten gafas o lentillas, un paso hacia la inclusión de productos ópticos en la cobertura pública que requerirá una inversión inicial de 48 millones de euros.

Waithera también destaca la importancia de la cooperación internacional y la colaboración con el sector privado, que es el principal fabricante y proveedor de gafas. “Es clave generar soluciones que lleguen a los hogares de los pacientes”, afirma, recordando la clínica móvil que le cambió la vida.

La historia de Jane Waithera es un recordatorio del impacto que un simple par de gafas puede tener en la vida de una persona. Sin embargo, para millones en África, ese acceso sigue siendo un lujo inalcanzable. La inversión en salud visual no solo es una cuestión de justicia social, sino también una oportunidad para desbloquear el potencial humano y económico del continente.