mar. Jul 1st, 2025

NAIROBI, KENIA – La vida de Jane Waithera, una keniana de 39 años, dio un giro inesperado cuando una clínica móvil del Hospital de Kikuyu visitó su aldea en 1996. A los 10 años, le recetaron su primer par de gafas de manera gratuita, lo que le permitió ver claramente por primera vez. “No podía leer lo que los maestros escribían en la pizarra. Los libros me los ponía muy cerca del rostro para ver algo y la gente se burlaba de mí”, recuerda Waithera desde Nairobi. Su diagnóstico de albinismo, una condición que afecta su visión, llegó gracias a esa clínica móvil.

Antes de recibir las gafas, Waithera enfrentaba un rendimiento escolar bajo debido a su mala visión. “Ese día fue determinante. Si la clínica móvil no hubiese llegado, probablemente hubiera seguido siendo castigada en la escuela y la habría dejado”, afirma. Hoy, Waithera es directora de la Unidad Asesora para la inclusión de personas con discapacidad en Kenia de la ONG Light for the World, que busca mejorar el acceso a servicios de salud visual en África.

Desigualdad en el acceso a servicios visuales

La situación de Waithera no es única. Un estudio publicado en The Lancet Global Health revela que en África subsahariana, solo el 28% de las personas mayores de 50 años tienen acceso a gafas o soluciones ópticas, comparado con un 65% a nivel mundial y un 84% en países de altos ingresos. Stuart Keel, Oficial Técnico del programa de Visión y Cuidado Ocular de la OMS, destaca que la falta de acceso a gafas afecta el desempeño escolar de los niños y, a largo plazo, su productividad.

“La pérdida de visión no corregida puede provocar pérdidas anuales de productividad en todo el mundo de alrededor de 400.000 millones de dólares”, señala Keel.

En Kenia, unos 3,8 millones de personas sufren de problemas visuales, lo que le cuesta al país aproximadamente 262 millones de dólares al año en términos de productividad, según datos de Vision Atlas. África Subsahariana es la segunda región del mundo con mayor prevalencia de pérdida de vista, solo superada por el sur de Asia.

Desafíos en la atención visual

Keel destaca que los servicios de salud visual son escasos y costosos, especialmente en áreas rurales. “La mayoría de gafas las proporciona el sector privado y el coste final es muy elevado para el paciente”, explica. Además, la falta de personal sanitario capacitado para realizar exámenes visuales complica aún más la situación.

A pesar de que la atención a problemas visuales ha mejorado desde el año 2000, el acceso universal no se logrará hasta finales de siglo, según el estudio de The Lancet Global Health. En Kenia, el progreso es aún más lento, según Waithera, quien señala que aunque hay mayor concienciación, los recursos siguen siendo insuficientes.

Soluciones y futuro

Para abordar esta crisis, Keel sugiere que los gobiernos aumenten la inversión en salud visual, incluyendo servicios de chequeo y gafas en los paquetes de servicios sanitarios. España, por ejemplo, ha anunciado una ayuda pública de 100 euros para niños menores de 16 años que necesiten gafas, lo que requerirá una inversión inicial de 48 millones de euros.

Waithera aboga por soluciones que lleguen a las áreas rurales, recordando la clínica móvil que le cambió la vida. “Hay que garantizar que las personas [de la ruralidad] no tengan que desplazarse hasta las grandes ciudades para acceder a información y servicios”, enfatiza.

La colaboración internacional y el papel del sector privado son cruciales para mejorar el acceso a servicios visuales en regiones como África Subsahariana. Con un enfoque coordinado, es posible avanzar hacia un futuro donde todos tengan acceso a la atención visual que necesitan.