NAIROBI, KENIA – La vida de Jane Waithera, una keniana de 39 años, cambió radicalmente cuando una clínica móvil del Hospital de Kikuyu visitó su aldea en 1996 y le proporcionó su primer par de gafas de manera gratuita. Tenía solo 10 años y su visión era tan deficiente que no podía rendir en la escuela. “No podía leer lo que los maestros escribían en la pizarra. Los libros me los ponía muy cerca del rostro para ver algo y la gente se burlaba de mí”, recuerda Waithera en una entrevista desde Nairobi. Jane tiene albinismo, un trastorno genético que afecta su visión, pero no fue diagnosticada hasta que la clínica móvil llegó a su aldea.
Un terapeuta visual le diagnosticó una discapacidad visual y le recetó gafas para corregir su alta miopía. “Ese día fue determinante. Si la clínica móvil no hubiese llegado, probablemente hubiera seguido siendo castigada en la escuela y la habría dejado”, afirma Waithera, quien hoy es directora de la Unidad Asesora para la inclusión de personas con discapacidad en Kenia de la ONG Light for the World.
Desigualdad en el acceso a servicios ópticos
La historia de Waithera pone de relieve un problema generalizado en África: la falta de acceso a servicios de salud visual. Un estudio publicado en mayo en The Lancet Global Health revela que en África subsahariana, solo el 28% de las personas mayores de 50 años tienen acceso a gafas o soluciones ópticas, en comparación con el 65% a nivel mundial y el 84% en países de altos ingresos. Stuart Keel, Oficial Técnico del programa de Visión y Cuidado Ocular de la OMS, advierte que esta desigualdad afecta drásticamente la productividad y la calidad de vida de las personas.
“Se estima que la pérdida de visión no corregida puede provocar pérdidas anuales de productividad en todo el mundo de alrededor de 400.000 millones de dólares”, describe Keel.
En Kenia, aproximadamente 3,8 millones de personas sufren de problemas visuales, lo que le cuesta al país unos 262 millones de dólares al año en términos de productividad, según datos de Vision Atlas de la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera.
Barreras económicas y geográficas
La falta de acceso a servicios de salud visual en África subsahariana se debe en parte a la concentración de servicios en áreas urbanas, dejando a las poblaciones rurales en desventaja. Además, el costo de las gafas, mayormente proporcionadas por el sector privado, es prohibitivo para muchas personas. Keel señala que tampoco hay suficientes trabajadores sanitarios para atender la demanda.
A pesar de que la cobertura de atención visual ha mejorado un 60% desde el año 2000 en África subsahariana, el acceso universal sigue siendo un objetivo lejano. Waithera destaca que, aunque la concienciación ha mejorado, los recursos para acceder a servicios siguen siendo insuficientes.
El camino hacia una solución
Keel enfatiza la necesidad de aumentar la inversión gubernamental en salud visual. “Es necesario que los chequeos y las gafas se incluyan en los paquetes de servicios sanitarios y en los planes de seguro que se ofrecen al público”, afirma.
En España, por ejemplo, se ha anunciado una ayuda pública de 100 euros para niños menores de 16 años que necesiten gafas o lentillas, lo que requiere una inversión inicial de 48 millones de euros. Este tipo de iniciativas podrían servir de modelo para otros países.
Waithera aboga por una solución de “última milla” que garantice que las comunidades rurales no tengan que desplazarse a las ciudades para recibir atención. “Hay que garantizar que las personas no tengan que desplazarse hasta las grandes ciudades para acceder a información y servicios”, concluye, recordando la clínica móvil que le cambió la vida.